La desforestación, el peor enemigo del planeta

Con el ritmo actual de desforestación mundial, se verán afectadas las pautas de las precipitaciones, los ciclos hidrológicos y la productividad de los suelos en países que son ahora importantes abastecedores de arroz, cereales, azúcar, carne y otros suministros alimentarios esenciales, no solo localmente, sino para el resto del mundo.

Las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes de la pérdida y degradación de los bosques en el mundo en desarrollo son enormes tanto por su escala como por su impacto, y representan casi el 20% del total atribuible a todas las actividades humanas en el mundo. Su volumen es superior al de las emisiones mundiales resultantes de la quema de gas natural y de todas las actividades de transporte de nuestro planeta.

Por esta razón, la lucha contra la deforestación es un medio muy eficaz en función de los costos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Las investigaciones han revelado que, en la mayoría de los lugares, las actividades de deforestación generaron menos de 5 dólares por tonelada de CO2  emitido, lo que significa que las actividades encaminadas a evitar la deforestación podrían ser más rentables que otras actividades de mitigación del cambio climático.

En la reunión de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) celebrada en Bali el año pasado, se promovieron planes para establecer un mecanismo de ese tipo, que ofrecería créditos por la reducción de las emisiones resultantes de la deforestación en los países en desarrollo (REDD). Con los incentivos normativos adecuados, los mecanismos orientados a fomentar la REDD podrían conseguir grandes beneficios para los pequeños agricultores, los ecosistemas y el clima mundial.

Científicos y economistas interesados por hacer frente al cambio climático están instando al Parlamento Europeo y al Consejo de la Unión Europea a incluir los créditos de carbono forestal en el Régimen para el comercio de derechos de emisión (RCDE) a partir de 2013 y, en particular, a prever expresamente la inclusión futura de los créditos para la REDD.

No obstante, la Comisión de la UE ha recomendado que no se incluyan dichos créditos en el RCDE en su próxima fase. Argumenta que los créditos de la REDD no pueden utilizarse en forma fiable ya que no es posible demostrar que representan reducciones reales, verificables, adicionales y permanentes de las emisiones.

Tenemos ahora instrumentos científicos y técnicos para medir y supervisar las reducciones de las emisiones resultantes de la deforestación. Sabemos lo suficiente para establecer escenarios de referencia históricos: desde los primeros años noventa, los cambios en la superficie forestal de los países en desarrollo se han medido desde el espacio con un nivel satisfactorio de confianza.

La exclusión de los créditos de carbono forestal, y en particular la ausencia de toda previsión sobre una posible inclusión de la REDD en el RCDE, envía un mensaje equivocado. Es preciso crear ahora todos los incentivos posibles para motivar reformas institucionales en los países en desarrollo con el fin de controlar y reducir la deforestación.

Si perdemos los bosques de nuestro mundo, habremos perdido la lucha contra el cambio climático, y al mismo tiempo habremos reducido la disponibilidad de agua potable y acceso a la energía, acelerado la pérdida de especies y echado por tierra la perspectiva de unas empresas locales florecientes.

Fuente
unep.org

Fotografia
Área desforestada, en la Floresta Amazonica, para plantar de soja, município de Santarém en el  Estado de Pará, Brasil.
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