Si ves una aleta que viene hacia ti

Es Vox Populi que durante los últimos años se han incrementado notoriamente los ataques de tiburón en el mundo. He escuchado las teorías más disparatadas con respecto a este tema, usualmente expresadas por ignotos personajes que desean sacar jugo de un tema que a la mayoría de los seres humanos nos apasiona.
Ya he comentado en esta columna sobre las dificultades que el tiburón en general y del Gran Blanco en particular atraviesa cuando por error ataca seres humanos, dificultades tales como el excesivo tiempo de caza ya que el tiburón se desorienta por los extraños movimientos de su presa –recordemos que piensa que es una presa natural- o simplemente que el consumo de calorías al cazar es diez veces mayor al de las aportadas por la presa dado que los seres humanos carecen prácticamente de capa adiposa en comparación con la mayoría de los mamíferos marinos, presas habituales de los tiburones.
También he comentado que el comportamiento más habitual en un ataque es que, salvo que las hembras hayan expulsado huevas recientemente –actividad que incrementa notablemente el apetito generando una conducta llamada frenesí alimenticio- o que el tiburón no se de cuenta de su error, es usual que la presa sea soltada en forma inmediata al comprobarse la confusión.
No obstante, como el tema de ataques a seres humanos es fascinante, sugiero que repasemos los últimos ataques:
* El 2 de septiembre último, David Peltier murió como consecuencia de un ataque de tiburón sufrido en Virginia Beach, Virginia. El ataque ocurrió a las seis de la tarde del 1 de septiembre mientras el joven con su padre nadaban en las cercanías de un banco de arena, un lugar con una profundidad de un metro veinte a veinticinco metros de la costa. Si bien la familia se negó a contar los sucesos, se tiene conocimiento a través de los testigos presentes en el lugar, de que el padre de la criatura golpeaba al tiburón en la cabeza mientras se producía el ataque. Si bien el tiburón se alejó rápidamente, la mordedura, efectuada en la zona lumbar, habría afectado órganos vitales. La autopsia no fue dada a conocer.
* Cory Hock fue atacado el día 17 de septiembre en Fort Piece. El niño de seis años estaba nadando en la orilla con una profundidad de cuarenta centímetros cuando un tiburón Limón de un metro y medio lo mordió en la pierna derecha. Según la descripción, el niño sintió a “un pez nadando entre las piernas y luego algo que mordía”. Fue rescatado por su hermano mayor de diez años, Byron Hock quien literalmente “pateó” al tiburón hasta que se alejó.
* La tarde del domingo 19 de septiembre fue testigo del ataque de un tiburón de especie desconocida a un surfista de catorce años llamado Blaise Mosler quien únicamente sufrió una herida de cuatro centímetros en su pie derecho. El suceso ocurrió en Volusia County, uno de los lugares de Florida más populares por los constantes ataques a seres humanos: se llevan contabilizados 21 en lo que va del año. Por supuesto el joven Mosler se negó a ser trasladado al hospital diciendo que “en su casa lo iban a curar mejor”.
* El miércoles 3 de octubre durante la madrugada, el bote inflable de Matt George, individuo caucásico de 31 años, fue hundido luego de que uno de sus lados fue atacado por un tiburón blanco de cuatro metros. El suceso ocurrió en Sovereign Beach, Moreton Island, Brisbane. El bote se hundía parcialmente mientras Matt remaba desesperadamente durante media para alcanzar la costa, y el tiburón blanco no se alejaba del lugar. Finalmente a unos doscientos metros de la costa, el joven George se lanzó al agua y alcanzó la playa.
Si bien estos cuatro casos no son prueba de nada, en casi todos los ataques de tiburón se puede denotar que no existe lo que se denomina patrón de caza, o lo que sería igual, un comportamiento repetitivo de los tiburones en cuanto a sus relaciones con los seres humanos. Con el transcurso del tiempo aumenta la credibilidad de la teoría que explica el aumento de ataques en el incremento de las actividades acuáticas por parte de los seres humanos en todo el globo. Curiosamente esto ocurre porque el hombre y los tiburones se desconocen en cuanto a sus costumbres como especies ya interactúan en diferentes áreas. Lo cómico, o trágico de este hecho es que al hombre no sólo le ocurre esto con los escualos sino, tristemente, también con otros seres humanos.
Gilgalad para LaReserva.com
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